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Tres Historias

Historia de un viejo que es encontrado por un muchacho para desenmarañar lo que es el amor

HISTORIAS DE UN ESCRITOR

IsraelMR

6/8/20244 min read

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Un día, de la nada llegó un muchacho…

Yo solía tomar café en una cafetería de paso que se encuentra cerca de mi casa — ya a mi edad uno no debe moverse mucho, sólo un poco por prudencia y otro poco porque resulta indispensable — y así de la nada se presentó aquel muchacho con una pregunta que, lejos de resultarme encantadora terminó por desentonar años de mi supuesta tranquilidad:

“¿Qué es el amor?”

Saben, uno no va por el mundo increpando a las personas con ese tipo de preguntas ¿Cómo era que aquel niño había dado conmigo? y más que eso ¿Por qué? ¡Que altanería!

¿Qué es el amor? Yo sólo pude pensar en una sola respuesta: Ella, el amor es ella…

Fue hace unos ¿Qué será? cuarenta y tantos años que la vi por primera vez con un vestido entre azul y blanco. Aún la recuerdo bien, delgada y hermosa — en aquel entonces no me sobraban los años que ahora me cargo encima — apareció como si de un momento a otro el mundo entero, toda mi realidad y mi razón de existir se hubiera concentrado en una sola persona.

Como siempre ocurre, los coqueteos de conquista fueron tan encantadores como inocentes. Saben, en algunas ocasiones he escuchado que los hombres nos presentamos todos duros y fuertes, “i na mo vi bles”; qué estafa más grande. Aún me recuerdo con la dulzura de un bombón, cuando se está enamorado uno descubre realidades que se desconocen y ahí estaba yo.

La respuesta que solicitaba aquel chico yo la tenía en mi mente. La descubrí con ella en aquel entonces y la viví así por muchos años más. Eso fue lo que le contesté:

— Para mí el amor es ella.

Se quedó pensando y de forma extraña me dijo:

— Ayer me hicieron la misma pregunta y yo contesté lo mismo. Creo que no me entendieron.

Era evidente que ambos hablábamos el mismo idioma, yo lo podía entender y él a mí.

Yo la conocí en una de las calles que doblaban por mi escuela. Ahí fue la primera vez que la vi y que ella me vio a mí. Ese día sólo fueron miradas. Pasaron semanas antes de que nos encontráramos de nuevo, pero yo pasaba por aquella esquina constantemente esperando poder cruzarme con ella, sólo que no ocurría. Supongo que no debía pasar así pues ese no fue el siguiente lugar en el que nos vimos. Pasaron semanas y cuando casi había perdido la esperanza un día la vi llegar. Yo estaba en un parque a los pies de un palmar sentado en una banca, ahí fue donde nos agarró el destino. Un par de pasos les costaron a nuestras miradas para encontrarse de nuevo. Supimos que no debíamos permitirle a la lejanía que nos ocurriera de nuevo y nos encontramos en el punto medio que aún limitaba nuestra separación. A cada paso las imágenes de toda nuestra vida se reflejaban en nuestra mirada compartida. No recuerdo bien cuántos pasos tuve que dar, pero sí sé que ahí, en sus ojos almendrados, pude ver a nuestros hijos y sus fiestas, y sus enfermedades; y vi morir a algunos familiares y amigos, y la vi a ella siempre hermosa. Nos vi en nuestra boda sonriendo, sonreíamos juntos y nos veíamos tan bien que me quedó claro lo que nos habría de ocurrir. Todo con un par de miradas y nuestros cuerpos perdidos, o más bien encontrados.

Antes de que cualquier palabra estropeara aquello, nuestras sonrisas ya lo habían arreglado para no permitirnos errar. Así fue como platicamos por primera vez como si lleváramos una eternidad juntos. Las palabras fluyeron con la ligereza del viento y a partir de aquel día cada que nos encontrábamos juntos sucedía igual e incluso mejor. Siempre palabras, miradas y sonrisas.

Así como lo era para el universo, para nosotros también fue obvio nuestro futuro y no nos detuvimos ante él. Avanzamos por la intensidad de todo porque todo se convirtió en algo exquisito. Aprendimos a disfrutar, a disfrutarnos. Desde los pequeños detalles hasta los más profundos planeamos aquella vida que podíamos mirar en nuestro interior. Confiábamos e intentábamos, soñábamos y vivíamos; todo de la mano.

Sería absurdo decir que no hubo problemas, obvio que los hubo, sin embargo, tuvimos la capacidad de pelear nuestras batallas más hostiles y convertirlas en nuestras fortalezas. Si la vida eran esas batallas nos enfocaríamos en vencerlas.

Después de un tiempo llegaron nuestros hijos. Uno a uno fueron complementando aquello que desde un principio observamos entre los reflejos de nuestro mirar. Miedos, siempre los tuvimos y de todo: de nosotros, del futuro, de nuestras capacidades. Tantos miedos y nuestra única arma “avanzar tomados de la mano”. Crecimos a nuestros hijos y crecimos con ellos; nos disfrutamos.

Vaya compañía para una vida. Vaya forma más encantadora de andar entre todo esto.

Generalmente uno cree que sabe soñar, pero esa vida era aún más que eso; era una maravilla y ella siempre estuvo ahí, a mí lado y yo justo con ella. Hicimos lo que pudimos y lo que quisimos, nada ni nadie podía detenernos. Nadie siquiera se atrevió.

Una vida perfecta en la que pasamos también malos ratos, perdimos dinero, trabajo, personas… hubo envidias y algunas tristezas. Como en todas las vidas, sólo que estábamos juntos.

¿Qué es el amor? Pues el amor es ella, así sin darle más vueltas a nada.

Muchos esperan una gran disertación cuando del amor se trata. Da la apariencia de que nadie entiende eso que probablemente han sentido por lo menos una vez. Tantos libros escritos tratando de explicar cómo es que funciona y cómo elegir a la persona ideal, cuando en la práctica todo sucede con un simple suspiro.

Entender al amor es entender un par de miradas que se encuentran y ya.

Espero lo hayan disfrutado...

Nos leemos en el siguiente post...

IsraelMR
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